El Gallo de Barcelos es el símbolo de los
artesanos Barcelenses que se ha convertido en el icono de identidad de Portugal
en el mundo entero. La famosa leyenda del Gallo de Barcelos data de la época
medieval y ya forma parte de la historia en el Museo Arqueológico de la ciudad.
Según la leyenda, los habitantes de la
ciudad estaban alarmados por un crimen perpetrado en la misma del cuál se
ignoraba el autor. Un día, vieron pasar a un pelinegro gallego que pasaba por
la ciudad y las sospechas se cernieron sobre él. El peregrino juraba que era
inocente y afirmaba que pasaba por la zona en cumplimiento de una promesa que
le había hecho al apóstol Santiago de Compostela, pero nadie le creyó y las
autoridades le arrestaron y le condenaron a la horca por el crimen cometido.
Antes de ser ahorcado, el sentenciado
pidió que le llevaran ante el juez que le había condenado. Una vez concedido el
permiso, le llevaron a la residencia del magistrado que en esos momentos
celebraba un gran banquete con sus amigos. Delante del juez, el gallego
reafirmó su inocencia y ante el asomo de los presentes, señaló al pollo asado
que estaba en la mesa y exclamó: “¡Tan cierto es que soy inocente como que este
gallo cantará en el momento en que me ahorquen!”.
Todos los presentes se rieron de aquel
pobre infeliz pero por si acaso, nadie se atrevió a tocar aquella ave. ¡Lo que
parecía imposible se hizo realidad!
Cuando el peregrino iba a ser ahorcado, el
ave asada se irguió en la mesa y comenzó a cacarear “cococrococó”. Todos se
asombraron ante tal suceso, ya nadie dudaba de la inocencia del condenado. El
juez corrió hasta el patíbulo y vio, con horror, como el hombre con la soga al
cuello. Afortunadamente con un nudo que impedía su estrangulamiento. El juez
ordenó inmediatamente que le liberaran y le dejaron ir en paz.
Años después, aquel peregrino, volvió a
Barcelos donde hizo erigir un monumento en honor al apóstol Santiago y a la
Virgen.
Decor-Vases tiene el honor
de formar parte de esta magnífica ciudad, en la que la tradición de moldear el
barro se remonta a cientos de años en los que se lleva produciendo preciosas
piezas de cerámica decorativa en estas típicas y, ahora, modernizadas
alfarerías portuguesas.
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